miércoles, 3 de septiembre de 2008

Frente al Caos, una máscara

He cambiado de parecer durante los últimos años, meses, y para colmo, días, minutos y segundos. Lo que creía tan firme se ha derrumbado porque ya mutó. Esa misma es la marca indeleble que tengo, mi visión de la naturaleza, un caos ordenado en el que participamos aunque nos abstraigamos meditando en un cerro, pecando de omisión.

Creo que esa manera de entender todo me ha ahorrado numerosos dolores de cabeza como les pasa a los idealistas: sin dios y sin otra especulación fuera del límite de la ciencia es posible vivir mejor.

Posiblemente por eso me agrada vivir en la ciudad, ella es una buena metáfora del universo: la locura con un piso de orden, más allá que este sea capitalista-suicida. Mecanismos, mezclas, reacciones químicas, manipulaciones genéticas, invasión del reino mónera y de los virus, construcciones teóricas y prácticas, códigos de ética, sistemas de valores, mercado de ídem, actos insensatos, asesinatos, supercherías, creencias religiosas; tanto con que convivir y que pasa en fracciones de segundos, factores que influyen, algunas veces, mínimamente, pero nunca se presentan aislados.

Y juego a parecer algo, para enmascarar los constantes ejercicios de ensayo-error: entre tanta confusión la posibilidad de equivocarse es altísima y nuestra cultura, paradójicamente, es la de cero falta, por lo tanto hay que utilizar los insumos que nuestra sociedad nos entrega para sobrevivir en la tempestad de estímulos, lo que se llama norma. La norma nos protege del otro, de su curiosidad morbosa y de su aterrorizante imaginación. Ella, con su rigidez aparente, también nos permite convivir con la incesante e inestable lucha de los contrarios. Sin embargo, en mi soledad disfruto de la fragilidad de esta arquitectura de cerillas de fósforos.

¿Y el arquitecto? No especulemos.

martes, 2 de septiembre de 2008

En 5 minutos

Cuando camino por los pasajes de los suburbios de Vulgaria veo muchos murales feos del che, de Allende, de Recabarren. Personajes muy respetables. Me encuentro con el chascón con guitarra, el que idealiza todo, hasta su borrachera. También veo universitarios ilusionados en reformas de papel lustre y egresados con ternos italianos que creen que eso fue parte de la loca juventud.
Me gusta escuchar música capitalista para que los ortodoxos se escandalicen. Muchas veces no lo son tanto, solo otros chascones con guitarra de palo con ganas de beber.

Feo panorama.

Tengo eso en la cabeza, en 5 minutos debo terminar este escrito, pues el tiempo es implacable y mi cabeza pobre.